« Et puis, j’ai toujours encouragé mes amis et mes élèves les plus vivants à devenir professeurs. J’ai toujours pensé que l’école, c’était d’abord les professeurs. Qui donc m’a sauvé de l’école, sinon trois ou quatre professeurs ? »

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«Y además, siempre alenté a mis amigos y a mis estudiantes más animados a convertirse en profesores. Siempre he pensado que la escuela la conforman, antes que nada, los profesores. ¿Quiénes me salvaron de la escuela sino tres o cuatro profesores?»

Este libro está dividido en seis capítulos a lo largo de los cuales el autor nos cuenta su paso por la escuela, que fue bastante caótico y frustrante; aunque también habla de aquellos contados profesores que le cambiaron la perspectiva y por quienes terminó dedicándose a la docencia. Además, habla de las ventajas de vivir en los internados/residencias estudiantiles —muy comunes a lo largo y ancho de Francia—, para el fomento de la independencia y la responsabilidad de muchos individuos que asistieron a ellos. Asimismo, habla de su práctica docente y la necesidad que experimenta de hacer lo más accesible posible el conocimiento a sus alumnos, por lo que inventa una serie de técnicas que lo ayudaron a lo largo de los años. Es un libro súper recomendable.

[Este fue el primer libro que tuve de Pennac, pero no el primero que leí. Mientras iba avanzando en su lectura, me sorprendió cuánto me representaba como docente; además, cuánto compartía con muchos alumnos que he conocido: la resistencia a la educación formal por las diversas experiencias que han tenido a lo largo de su vida escolar. Si bien, este libro no es un intento de desacreditación de la escuela, sí es un motivo de reflexión sobre el papel de ésta y su implicación en la vida de las personas en sus diversos niveles (emocional, racional, técnica, social, etc.).

Dentro del libro, al hablar de los internados/residencias estudiantiles, se mencionan tres películas que me parecen que retratan una posibilidad de convivencia e, incluso, de construcción individual y comunitaria: La sociedad de los poetas muertos, Los coristas y Harry Potter. A estas películas yo agregaría el libro de Alma Delia Murillo, El niño que fuimos. Y para ejemplificar las prácticas docentes diversas, sin duda recomendaría Mr. Iglesias. Creo que, en todas estas películas, series y libros, en diferentes niveles, se retrata el impacto de la educación formal e informal en las personas; y las prácticas creativas desde la docencia.

Finalmente, yo quiero mencionar a algunos profesores que, como dice el autor, me salvaron la vida: Leticia Hernández, la profesora de español de la secundaria, con quien me maravillé de la historia de la literatura mundial; Guadalupe Bonilla Fernández, aquella maravillosa profesora de Literatura de la prepa, por quien empecé a leer por gusto; Mosiés Tecanhuey Cielo, un extraordinario profesor de Matemáticas, que se desvivía por hacernos comprender tan preciosa ciencia y Javier Téllez Ortega, el investigador encargado del seminario de investigación, y después de tesis, al que yo me inscribí en la licenciatura, y por quien comprendí la necesidad de la filosofía marxista y de la epistemología para la construcción del conocimiento antropológico. Sin duda, cada una de nosotras tenemos en mente a al menos un/a profesor/a que le ha cambiado la vida.]

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